Sección 11, Song of Myself

Foreword: 

Sección 11

Esta sección extraña e inolvidable ha generado una discusión sin fin, y el énfasis de Whitman en el número “veintiocho” en especial ha fascinado a los críticos desde la época del poeta hasta el presente. Algunos han argumentado de que el poeta estaba sugiriendo el número de estados en la Unión y que, mientras había 28 estados en el año 1845 (cuando Texas fue admitido como tal), Iowa llegó a constituirse en estado en el año 1846, Wisconsin en el año 1848 y California en el año 1850, de manera que cuando Whitman escribió esta sección existían de hecho 31 estados. Otros críticos sugieren que Whitman está evocando el ciclo lunar (popularmente concebido como compuesto de 28 días, aunque de hecho se compone de entre 29 y 30 días). Otros incluso han sugerido ciertas asociaciones con la mitología egipcia, que Whitman estudió con cierto detalle (A Osiris lo mataron en el año veintiocho de su reinado; y su cuerpo, según varias versiones, fue dividido en 14 ó 26 ó 28 partes antes de ser recobrado por Isis, asociándolo por lo tanto con el ciclo lunar. Otros asocian el “veintiocho” de esta sección con el ciclo menstrual. Todas estas asociaciones por lo tanto se relacionan con la fertilidad, la unión, el nacimiento y la regeneración –cosas que han eludido a la mujer “solitaria”. Pero lo que sea que Whitman quiso sugerir (si algo) con el número “veintiocho”, ciertamente crea en esta sección más cruce de barreras, en esta oportunidad  las barreras de clase y género.  La mujer es rica. La dueña de una “casa”,  situada por encima del resto de la comunidad, de la cual la separa capas de riqueza, desde su vestido hasta sus persianas. Pero este bienestar material  la ha aislado más que ayudado en realidad en su deseo dolorido, desarrollado durante veintiocho años, que ahora la proyecta a través de sus paredes aisladas, a través de los visillos de sus ventanas, a través de convenciones sociales, y a través de sus vestidos, hacia el grupo de jóvenes -uno por cada uno de los años de su vida solitaria-que juguetean desnudos en el río debajo suyo. Revirtiendo los polos usuales del voyerismo occidental, según los cuales los hombres han mirado a las mujeres desnudas (como en la historia bíblica de David y Bathsheba o Susana y los ancianos), y dejando de lado la culpa generalmente asociada con dichos actos, en esta sección la mujer se dedica al erotismo jubiloso del mirar secreto. Y al momento de imaginarse libre de sus ataduras, al juntarse con los hombres, constituyéndose en la bañista número veintinueve, en un éxtasis desnudo de tacto, así el poeta macho, observándola, por implicación se vuelve en el bañista treinta, uniéndose imaginativamente también en el jugueteo sin restricciones.  Y entonces somos invitados nosotros, los lectores, hombres o mujeres, homosexuales o heterosexuales, a constituirnos en el bañista número treinta y uno, siguiendo la trayectoria del deseo de la mujer solitaria hacia el mundo fluido del toque democrático, donde las ataduras del género y convenciones sociales se dejan de lado momentáneamente. El género mismo se evapora en cuanto los estómagos de los jóvenes muchachos “sobresalen” como si estuviesen embarazados, y la frase descriptiva “suspensa y encorvada como un arco” se aplica igualmente a aspectos de la anatomía masculina y femenina. Es una lección de Whitman de cómo la imaginación es una fuerza democrática que nos puede conducir a traspasar las barreras de la religión, moralidad, convenciones, clase, incluso orientación sexual, y poner a prueba las aguas del pensar indiscriminado.  

EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Veintiocho jóvenes se bañan en el río,
Veintiocho jóvenes, y todos ellos tan amables;
Veintiocho años de vida femenina tiene ella, y todas tan solitarias.
Es dueña de la casa linda, situada en la ribera;
Se esconde, guapa y ricamente vestida, a través de los visillos de la ventana.
¿Cuál de los jóvenes le agrada más?
¡Ah! el menos hermoso de todos es hermoso para ella.
¿Adónde vas, señora? Pues te veo;
Aunque permaneces oculta e inmóvil en vuestro cuarto, chapoteas allá en el agua.
Danzando y riendo por la playa vino la vigésima novena bañista;
Los otros no la vieron, mas ella los vio y las amaba.
Las barbas y los cabellos de los jóvenes relucían con el agua; corría de sus largos cabellos,
Arroyos pequeñitos pasaban sobre sus cuerpos.
Una mano invisible también se paseaba sobre sus cuerpos,
Descendía temblorosa de sus sienes y de sus pechos.
Los jóvenes nadan de espaldas, sus blancos vientres se esponjan al sol; no preguntan quién los agarra,
No saben quién es que suspira y espira, suspensa y encorvada como un arco.
No piensan a quién rocían.
Afterword: 

Más invención en una clave extravagante. La imaginación del poeta rebosa de deseo en la forma de una mujer rica mirando desde su ventana a veintiocho muchachos jóvenes bañándose en la ribera, uno para cada uno de los años de su vida. Cualesquiera sean los otros significados que se le quieran dar al número veintiocho (la duración del ciclo lunar, solar y menstrual, el número de los consortes masculinos atendiéndola a la diosa Egipcia de la luna, Isis; el segundo número perfecto después del seis, etc.) el verdadero número es el uno, la identidad expansiva del “Yo”, que contiene a cada uno: mujer, poeta, lector. Porque la “mano invisible” que pasa sobre los bañistas le pertenece no sólo a la mujer que en su imaginación se junta con los hombres en el agua sino también al lector siguiendo con su dedo los versos con los que el poeta compone la escena. El poema como acto y objeto de deseo: otra invención del poeta que descubrió que la unidad es todo, y siempre sujeta a la inmutable ley de la naturaleza de que el deseo fluye sobre las barreras elevadas y reforzadas por la costumbre, gusto y opinión legal. Por supuesto, Whitman es inocente porque en el acto de escribir deviene en el Otro, un agente de cambio salpicando agua por donde sea. A él no le importa si uno se moja; ése es precisamente el punto: los lectores, ahora y en el futuro, pueden unirse al divertimento que es más serio de lo que uno pudiera imaginarse a primera vista. Él es la mujer “agarrando rápido” a todos los jóvenes muchachos, aquí y en cualquier parte, que viven y mueren en sus versos, una y otra vez.  

CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question: 

¿Qué grado de libertad crees que tiene nuestra imaginación para llevarnos a través de los diferentes bordes que nos definen (nación, religión, clase económica, raza, sexualidad)? ¿El resultado de dichos vuelos imaginativos es gozo o culpa? ¿Por qué?