Sección-31, El Canto de mi Mismo

Prefacio

Prólogo
Sección 31

Como hemos visto, uno de los grandes logros de Whitman en el “Canto de mí mismo” es el de captar en el idioma lo que es vivir en un cuerpo, el experimentar los modos como nuestros sentidos absorben la vasta multiplicidad del mundo. Ahora, en esta sección Whitman logra algo que nunca fue anteriormente intentado: capta lo que habita en un cuerpo evolucionado. Mientras disfruta las vistas, los sonidos, los aromas, los sabores y los toques de las cosas del mundo, se da cuenta que su cuerpo humano no es sólo el resultado de grandes cambios evolucionarios a través de las diversas eras en el tiempo sino que es parte de un proceso en curso, sin parar, de una proliferación interminable de vida en una variedad infinita de formas. La evolución no culmina en los seres humanos, más bien nosotros los seres humanos somos sólo una en la amplia acumulación de las formas. Todos los seres humanos comienzan la vida como un cigoto, una criatura de una célula, que crece luego en una evolución comprimida de nueve meses de esa célula única hasta llegar a ser una pequeña criatura con branquias y cola, viviendo inmersa en un ambiente líquido: la gestación es una evolución comprimida, de manera que en cierto nivel cada ser humano ha experimentado la vida como una célula única, la vida como una criatura acuática. Cuando nacemos, sugiere Whitman, salimos con un cuerpo humano que en menos de un año ha desandado la evolución, y nosotros .podemos “mandar que cualquier cosa vuelva otra vez” cuando lo deseemos –todas las cosas orgánicas que nosotros “incorporamos” desde el musgo hasta las frutas, los pájaros y cuadrúpedos. Como la ciencia persiste en indicar, todas las formas de vida derivan de la misma y única célula ancestral, y nuestro cuerpo está “estucado…por todas partes” por rastros de otras formas de vida que nos han acompañado en nuestro viaje evolucionario. Nuestros brazos son extensiones de las mismas formas que en otras criaturas salen como alas, nuestras uñas de los dedos de las manos y de los pies son vestigios de garras. 

Whitman comienza esta sección con una simple declaración de fe, una creencia en la naturaleza milagrosa de todo, desde la de la hoja de la hierba hasta la de la vaca que “masca” la hierba en el campo. Él sabe que cada hoja de hierba “no es menos que una obra de las estrellas” dado que está hecha de los mismos átomos que antes fueron empaquetados juntos con los átomos que forman las constelaciones  (y que la hoja de hierba, después de todo, vista desde lejos en el universo, es de hecho –como cada uno de nosotros- simplemente una parte de la constelación). Observando  el modo cómo la articulación de un dedo es más compleja que la máquina más complicada, o el diminuto milagro de un ratón, debidamente apreciado, convierte en creyentes a aquellos que pudieran estar sin fe en el poder creativo de la vida, el poeta desciende y asciende las balanzas  evolucionarias, yéndose en un excitante viaje imaginativo a lo alto y a lo bajo de los gráficos evolucionarios, poniéndose en contacto con un sinnúmero de criaturas inscriptas en y dentro de nuestro cuerpo, y amándolas a cada una de ellas.

Nada puede parar esta eternamente cambiante, movediza y evolutiva creación material, y toda la gran violencia del universo al formarse, las “plutónicas rocas” lanzándose por el espacio, las criaturas masivas que han venido y se han ido (como el “mastodonte” y el dinosaurio), los desplazamientos tectónicos de los continentes, la sequía y reforma de los océanos –todo esto ha sucedido “en vano” si ha tratado de socavar la vida que habita el momento presente, porque esa vida está aquí, y está aquí en la forma de todos nosotros viviendo en un cuerpo, uno que puede viajar en la imaginación con nuestros parientes los  gavilanes en la altura del cielo o con el alcas en Labrador, o descansar en el nido de águilas o halcones. Todo es “en vano” porque, como lo indica Whitman con su juego de palabras, ese pasado atestado está literalmente en nuestras venas, es parte de nuestra propia sangre. Nosotros vivimos una forma que está inscripta con la vida del mundo, una forma que nos configura para experimentar el presente hasta que nuestro cuerpo nos transforme en otras formas que entonces experimentarán otros presentes. 

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Creo que una brizna de hierba no es menos que una obra de las estrellas,
Que la hormiga es tan perfecta como ellas, y un grano de arena, y el huevo del reyezuelo;
Y el renacuajo es una obra maestra comparable a las más grandes,
Y la zarza trepadora podría ornar los salónes de los cielos,
Y la coyuntura más ínfima de mi mano desafía toda la mecánica,
Y la vaca rumiando con la cabeza gacha sobrepuja cualquiera estatua,
Y un ratón es un milagro capaz de conmover sextillones de incrédulos.

Descubro que he incorporado granito, carbón, musgos, frutos, semillas, esculentos raíces,
Y que soy mosaicado de cuadrúpedos y de pájaros por todo,
Y que he dejado allá lejos lo que está detrás de mí por razones buenos,
Pero mando que cualquiera cosa vuelve otra vez en cuanto quiera.

Es inútil la rapidez o la timidez;
Inútil que las plutónicas rocas me lancen su antiguo fuego contra mi llegada;
Inútil que el mastodonte se esconda bajo el polvo de sus propios huesos;
Inútil que los objetos se alejen al horizonte, tomando multitudes de formas;
Inútil, el océano hundiendose y los grandes monstruos yazgando en el fondo;
Inútil que el buitre se albergue junto al cielo;
Inútil que se arrastre la serpiente entre las lianas y los troncos;
Inútil que el alce huya por los escondidos senderos del bosque;
Inútil que las alcas de afilado pico naveguen muy lejos al norte a Labrador;
Yo los sigo rápidamente; subo hacia el nido en lo abrupto del acantilado.

Afterword

Epílogo

Si Wordsworth representa el crecimiento de la mente del poeta en El Preludio estableciendo un modelo para las obras de la inteligencia creativa, que ha influido la práctica artística hasta el presente, Whitman en esta sección aborda su modelo cósmico, el viaje “obra de las estrellas” que es su visión más grandilocuente de la creación. “La evolución no es sólo la regla en la Naturaleza en Política, en las Invenciones sino también en el verso”, escribió Whitman –una declaración atrevida que surge de su poética radical. Por cierto él insistió que “Hojas de hierba  es evolución –una evolución en su sentido más variado, más libre y más amplio”. El verso libre era para él no solo un modo de pensar pero también un acicate para innovar- en el idioma, en el cuerpo político y en el cuerpo mismo, “compendio de compendios” que incorpora todo desde la baja hormiga hasta las rocas plutónicas y las alcas de afilado pico navegando al norte. Y el poeta siempre siguiendo.

Una mañana de primavera caminando por una playa del Pacífico bajo un acantilado que se está erosionado y arroja capas pesadas de piedra arenisca, mi amigo recordó el haber visto la caída de una nidada de bebés de culebras desde una grieta a unos cien pies de altura arriba nuestro. Porqué estaba su nido ubicado en tal lugar tan expuesto resultaba un misterio para mi amiga que no hacía mucho había adquirido un departamento en la cima de un acantilado más lejos en la playa. A lo mejor les gustaba la vista, dije en broma. Mala suerte, me respondió y prosiguió especulando sobre qué papel jugaría la suerte en la evolución. Qué suerte tan buena, pensé que en su imaginación Whitman continuaba subiendo  “hacia el nido en lo abrupto del acantilado”, exponiéndose a los elementos y riesgos de la evolución, física y espiritual, poética y política. Él creía que la democracia americana continuaría evolucionando, al lado de los versos del "Canto de mí mismo” que él sabía que contenían las semillas de poemas futuros, en cada idioma, como también frutas y granos, ¿gneis y escoletas? raíces, luz solar y la arena debajo de nuestros pies. 

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta 

Imaginando un cuerpo producido por las fuerzas de la evolución, Whitman (como dijo en el prefacio de la edición de 1855 de Hojas de hierba)  ilustra un modo de cómo los científicos son los “legisladores de los poetas”.  ¿Cómo es un cuerpo, que se imagina como una cosa resultado de la evolución diferente de un cuerpo que se imagina como una cosa creada divinamente? ¿Es posible imaginar que un cuerpo resultado de la evolución haya sido hecho a imagen de Dios?

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