Sección-32, El Canto de mi Mismo

Prefacio

Prólogo
Sección 32

Ahora el poeta pone a prueba la habilidad que se atribuyó en la sección anterior; la habilidad de “retraer” cualquiera de las otras formas de vida que su cuerpo evolucionado ha absorbido en su trayecto evolutivo.  Es como si todas esas formas a través de las cuales los seres humanos se han movido, cuando se toman en conjunto, prueben un sentido de la totalidad del ser. De manera que el poeta piensa cambiar y vivir con los animales. Imitando la paciente mirada de un predador, el poeta simplemente mira “largo y tendido” a sus hermanos animales, y saca ciertas conclusiones con respecto a sus diferencias en relación a los humanos en su habilidad de vivir plenamente el momento presente, de ser completamente “auto-contenidos”, de ser libres de la culpa que produce la religión, de ser libres de hecho de la concepción de “un Dios”, de ser libres de posesiones materiales, de ser libres de un sentido de pasado, de ser libres de un concepto de “infelicidad” (y por lo tanto ser naturalmente felices). El poeta los contempla como enseñándole algo sobre la felicidad humana y sobre la satisfacción con el momento en que vivimos. Estas son todas actitudes que Whitman ha tratado de lograr a lo largo del poema, de manera que se siente atado a los animales, relacionado con ellos como si llevasen y le trajeran de regreso  una “muestra” suya, un tipo de ser que él hubiese experimentado “hace ya mucho tiempo” en su propio gran trayecto evolutivo.  Los seres humanos han perdido el sentido  de esa unidad que los animales parecen dar por contado, y sólo recuperamos la totalidad al reclamar y recoger aquellas “muestras” perdidas de nuestro yo que los animales nos traen. 

Como hizo en la sección previa, Whitman una vez más pone en palabras su dinámica experiencia evolutiva (“Yo mismo caminando hacia adelante, ayer como hoy y siempre”), mientras se imagina que gana velocidad  a través de los eones del tiempo, cuidadoso en no cuidarse demasiado o detenerse mucho tiempo en alguna de las etapas de su pasado vasto (“Sin preocuparme demasiado por los suscitadores de mis recuerdos”; “suscitadores de recuerdos” son aquellos que reviven la memoria de todo). Whitman siente que él mismo se extiende para recobrar esas memorias pre-verbales, pre-humanas, incluso cuando se recuerda el que no se estanque allí cuando accede a ellas, por cuanto él es del  presente, no el pasado. Pero acaba pausando por un momento con un “caballo” que una vez respondió a sus “caricias”. Es una imagen de la unión animal/humano, sensual y cerrada, una relación donde el caballo y el jinete parecen ser uno. Pero este recuerdo vívido del ente animal no es donde el poeta quiere parar. Él ahora le gana al caballo que galopa al prepararse para su encuentro humano más extensivo con el mundo inmenso que lo rodea.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Creo que podría cambiar y vivir con los animales, tan pacíficos y herméticos son;
Permanezco contemplándolos por ratos largos, largos.

No hacen sudor y lamentanción por su condición,
No permanecen despiertos en las tinieblas llorando sus pecados,
No me hacen enfermo con disputas acerca de sus deberes a Dios,
Ninguno se muestra descontento, ninguno está loco con la manía de poseer objetos,
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante alguno de sus congéneres muerto hace millares de años,
En toda la tierra no hay uno solo que sea respetable o desdichado.

Así me muestran su parentesco y los acepto,
Me traen testimonios de mí mismo, los demuestran claramente en su posesión;

Quiero saber adonde consiguieron estos testimonios,
¿Pasé por su camino hace ya mucho tiempo y los dejé caer negligentemente?

Yo mismo caminando hacia adelante, ayer como hoy y siempre;
Agregando y mostrando siempre mas y con velocidad,
Infinito y omnigenio, y el igual de estos entre ellos;
Sin preocuparme demasiado por los suscitadores de mis recuerdos;
Eligiendo aquí a uno que amo, marchando ahora con él bajo términos fraternales.

Un caballo de gigantesca belleza, tierno y sensible a mis caricias,
De altiva frente, ancho entre las orejas,
De satinadas ancas, de cola que barre el suelo,
De brillantes ojos vivaces, de orejas finamente cortadas, de movimientos flexibles.

Su nariz se dilata cuando mis talones lo aprisionan;
Sus músclos perfectos tiemblan de placer cuando corremos y volvemos.

Te utilizo sólo por un minuto, y entonces te abandono, corcel;
¿Para qué necesito tus pasos ligeros, si yo galopo más de prisa?
De pie o sentado, pasando más rápido que tú.

Afterword

Epílogo

La fragancia de la salvia y de la nieve derritiéndose. Un rascador con manchas brinca por una roca, en un bosquecillo de álamos.  Una oveja da balidos, estoy corriendo, justo después del amanecer, en una ruta de fuego en la cordillera de Wasatch, preocupado por “la charla del comienzo y del final”, el “parloteo del empedrado” típico de una conferencia de escritores, ésta llevada a cabo en una cabaña de esquiar. El cielo se está volviendo azul, y en esta mañana de domingo yo quisiera estar liberado de palabras. Yo también quisiera que fuese más fácil respirar este ralo aire de montaña y cuando paro para descansar veo, en la vuelta siguiente, un ciervo –un ciervo con un pequeño par de cuernos- mirar hacia arriba sobresaltado mientras comía.  Nos tomamos en cuenta uno al otro por unos momentos antes de acabar mucho más arriba de la pendiente para continuar comiendo –“placentero y autosuficiente”  Yo decido continuar corriendo, mi corazón con fuertes latidos.

En esta sección, Whitman ilustra nítidamente la división entre la mente y el cuerpo, primero definiendo a los animales por su aparente falta de ansiedad por fe, riqueza, estado social, después investigando su relación con ellos, las muestras de él “en su posesión” quizás desde hace mucho, mucho tiempo, y luego describiendo en términos afectuosos “fraternales” a un caballo magnífico, con el que correrá y regresará, galopando más allá y hacia dentro de sí mismo, juntos y luego solo.

Paro nuevamente, esta vez en un mirador desde donde puedo contemplar los picos escarpados, el valle que se prolonga hacia el oeste, un parche de pincel indio a mis pies. Si siquiera tuviese la mitad de un día para mirar “largo y tendido”. Pero necesito participar en otro panel, y mientras comienzo a bajar, hacia la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves y la cabaña, recuerdo muestras del reino animal que se me han otorgado –un zorro rojo buscando comida entre la basura en un estacionamiento en Sun Valley, con una ¿taza? de cartón en su boca; el vuelo de un águila marina desde un acantilado arriba del mar Egeo; una cobra indolente jalada por un encantador de serpientes en un mercado de Moroco. Dando vuelta a una esquina, me topé con un par de alces de un año, sus cabezas moviéndose para arriba y abajo bufando de sorpresa. Eran tan hermosos. Y cuando se alejaban a paso largo por el camino, virando de lado a lado, chocándose, descuidados, me parecía. Los sigo sin pensarlo dos veces hasta que se escapan dando brincos entre los álamos y desaparecen. 

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

Pregunta

Muchos de nosotros proyectamos cualidades humanas a los animales, particularmente a nuestros animales domésticos. Whitman parece revertir esta inclinación y encuentra en los animales una ausencia de las cualidades molestas que  encuentra en los seres humanos. Entretanto, las separaciones tradicionales entre seres humanos y animales continúan desapareciendo con el descubrimiento en curso de los modos cómo los animales se involucran en actividades como el de fabricar herramientas o el de usar cierto lenguaje. ¿Piensas tú que los animales están siendo percibidos más como seres humanos, o que los seres humanos están siendo percibidos cada vez más como animales? ¿La distinción entre “humano” y “animal” es una función solamente de nuestro lenguaje o existe de hecho una diferencia esencial?

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