Sección 4, El Canto de mi Mismo

Prefacio

 Sección 4

Los “habladores/parlanchines”  y “discutidores” ahora se convierten en “zancadilleros y preguntones”, aquellas personas bien intencionadas que abarrotan nuestros días con la conversación sobre todas las cosas con que frecuentemente nosotros nos auto-engañamos creyendo que actualmente nos configuran –nuestra infancia, nuestro  entorno local, nuestra vestimenta, las últimas noticias de guerra, enfermedad, el mercado de valores, la bolsa del Mercado. Estas cosas, en cierto sentido, producen lo que somos, pero hay algo de cada uno de nosotros que va más profundamente.  Whitman comparte con Henry David Thoreau esta preocupación ardiente sobre el modo cómo la vida es devorada por trivialidades, por lo que aprendemos a llamar “noticias”, “cuando nuestra vida deja de ser íntima y privada, la conversación degenera en un mero chisme”, escribe Thoreau en “Vida sin Principio”. “Raramente encontramos a un hombre que pueda contarnos una noticia sin que la haya leído en un periódico, o se la haya dicho un vecino, y, en general la única diferencia entre nosotros y nuestro compañero es que él ha visto el periódico, o ha salido a tomar té, y nosotros no. En proporción directa a cómo nuestra vida interior falla, vamos más constante y desesperadamente a la oficina del correo. Uno puede depender de esto, de manera que el pobre compañero que se retira con el mayor número de cartas, orgulloso de su abundante correspondencia, no se ha escuchado a sí mismo desde hace mucho tiempo. Whitman en esta sección del poema confirma su deseo de escucharse a sí mismo ahora, para acceder a su “vida interior”, lo que él llama “Mi mismo Yo”.

Siempre estamos rodeados de aquellos que nos quieren “empujar y llevar” hacia sus propias creencias y preocupaciones. El poeta nos dice aquí que él también desperdició años tratando de penetrar la “niebla” de todos los argumentos de “lingüistas y discutidores” –aquellos que utilizan la lengua para complicar la vida y distraer nuestra atención al involucrarnos en contiendas triviales, las que ocupan las vidas de la mayoría de las personas. Ahora, sin embargo, el poeta nos invita a ponernos en contacto con el  área más profunda de nosotros mismos, la que nos separa de estas fuerzas que siempre tratan de apartarnos de Yo mismo que es lo que importa. 

Whitman aquí ofrece en palabras una imagen que coincide con el grabado del poeta en la portada de su primera edición de Hojas de Hierba, el poeta con vestimenta de obrero, sombrero puesto, brazos arqueados, fijándose en el lector con su penetrante mirada –un hombre que “Permanece afable, ocioso, compasivo, gozándome en mi unidad, mirando desde lo alto, erguido o apoyado el brazo sobre un sostén seguro e invisible. Mirando con la cabeza a medio vuelta a medias, con curiosidad anticipadora”. El  truco, dice Whitman, consiste en descubrir cómo estar a la vez “dentro y fuera del juego, y observándolo y maravillándose”. A diferencia de Thoreau, que buscó su más profundo Yo apartándose de otros humanos, retirándose a la selva, Whitman busca su Yo más profundo observando cuidadosamente su entorno urbano, aprendiendo a absorberlo al mismo tiempo que se mantiene separado del mismo, aprendiendo a “observar y esperar”, a darse tiempo para ver lo que vale la pena ver. Él buscará su “Yo mismo” no sólo en la naturaleza sino en las muchedumbres de personas que encuentra a diario, personas que lo desafiarán a expandir su sentido de quién es él.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Zancadilleros y pregunteros me rodean,
Gente que conozco, la importancia para mí de mi infancia o del barrio y ciudad en que vivo, o de la nación,
Las nuevas fechas importantes, los descubrimientos, las invenciones, las sociedades, los autores viejos y nuevos,
Como paso la cena, los vestidos, las atenciones, las cortesías, las deudas,
La indiferencia real o fingida de algún hombre o mujer que amo,
Las dolencias de mis parientes o mis propias dolencias, o las malas acciones o la pérdida o la falta de dinero, o abatimientos o exaltaciones,
Las batallas, los horrores de la guerra fratricida, la fiebre de noticias inciertas, los sucesos caprichosos;
Estas cosas me llegan de noche y de día y luego se van,
Pero ellas no son el Yo mismo.
Fuera de las sacudidas y tirones encontraréis lo que soy,
Permanezco afable, ocioso, compasivo, gozándome en mi unidad,
Mirando desde lo alto, erguido o apoyado el brazo sobre un sostén seguro e invisible,
Mirando con la cabeza medio vuelta, con curiosidad anticipadora,
Dentro y fuera del juego, y observándolo y maravillándose.
Veo detrás de mí el tiempo en que erraba en la niebla entre verbosos y discutidores:
Ya no derrocho burlas ni discusiones, observo y espero.

Afterword

El poeta C. K. Williams comienza su larga meditación sobre libro acerca de  Whitman divagando sobre “de dónde vino su música” –una pregunta que ha obsesionado a generaciones de lectores y escritores. ¿Cómo pudo un simple periodista y ocasionalmente carpintero llegar a ser el poeta central de la identidad americana?  Williams cree que “nunca sabremos cuándo él intuyó por primera vez, y escuchó, y aprendió, ese surgir del sonido del idioma, del sonido del verso, ese pulso, ese perfume, ese escobazo, que llegaría a ser su medium, su transporte—el imaginárselo simplemente tratando de idear conscientemente esto, es tan sorprendente como habría sido para él mismo el descubrirlo. Pero lo descubrió. Y la cuarta sección del poema revela que en su aprendizaje literario Whitman “sudó a través de la neblina con lingüistas y discutidores”, desesperado como todo poeta joven por encontrar su propia voz.  Lo que aprendió fue cómo “observar y esperar”,  reteniendo parte de su imaginación libre de “la fiebre de noticias inciertas”, observando su entorno con una mirada aguda, escuchando fuertemente a las entonaciones de los hombres y mujeres de todo tipo de vida para reflejarlos en sus versos con el merecido respeto.

Una variación de su descubrimiento en la sección previa –“Yo y este misterio nos presentamos aquí”—abre la segunda estrofa: “Fuera de las sacudidas y tirones encontraréis lo que soy”.  Nótese que no escribe quién soy yo sino qué soy yo –el yo, esto es, construido verso tras verso, que guarda distancia de la muchedumbre, observando y asombrándose. Aquí es el poeta representante del experimento nacional de la democracia que no se nombrará sino hasta la sección 24, en cuya coyuntura ha llegado a ser todos nosotros: “Walt Whitman, un Americano, uno de los duros, un cosmos”.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

¿Puedes pensar sobre las veces en que te has sentido “dentro y fuera del juego”, simultáneamente un participante y un observador? ¿Cuáles son las ventajas y retrocesos en ese posicionamiento dual del Yo?

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