Sección 5, El Canto de mi Mismo

Prefacio

Sección 5

Ahora, habiéndose apartado seguro de los bufones y discutidores y habladores y zancadilleros y preguntones, el poeta accede a su alma. Y, en uno de los actos poéticos más audaces del siglo XIX, imagina a su cuerpo y su alma copulando sexualmente. Continuando con su insistencia en la igualdad, afirma que ni el alma ni el cuerpo deben ser juzgados inferior uno con respecto al otro. Whitman evoca aquí la antigua tradición de los poetas que imaginaban una conversación entre el cuerpo y el alma; la diferencia está en que en vez de que el alma gane el debate (como sucede con toda la poesía anterior a la de Whitman), el cuerpo y el alma en este poema se juntan en un abrazo extático y se dan mutuamente la identidad. .  Mientras que los poetas anteriores a Whitman imaginaron el alma como la parte perdurable del Yo, la parte que transcendía el cuerpo después de la muerte del cuerpo, Whitman lo imagina como una descendencia (en vez de trascendencia). Sólo cuando el alma desciende hacia el cuerpo, sugiere Whitman, ésta adquiere su poder para operar en el mundo; de un modo similar, el cuerpo adquiere su razón para operar en el mundo sólo cuando se energiza con el alma. Sin alma, el cuerpo es simplemente un material muerto; sin cuerpo, el alma es simplemente un deseo abstracto, una urgencia a juntarse, absorber, ver, escuchar, tocar, saborear, sin los medios para llevarlo a cabo. Cuerpo y alma son uno y coexistentes.

Es difícil comprobar exactamente qué tipo de acto sexual refleja Whitman cuando invoca la unión sensual de su “Yo” con el “tú”. Es un acto de intimidad  que produce “voz”,  pero una voz que no se expresa con palabras, música o ritmo, una voz que no “dicta conferencias” pero que más bien “susurra”.  La parte más erótica de la unión proviene de la extraña imagen del amante inesperado que le abre la camisa al hablante y hunde su “lengua pecho adentro hasta el corazón desnudo”.  ¡Por eso no presenta ninguna sorpresa el hecho de que Bram Stoker, autor de Drácula, hubiese sido un admirador de Whitman! Stoker sabía que el “Yo” de Whitman era un poco como un vampiro, siempre acechando desde su libro (incluso mucho después de su muerte), a la espera de que un lector viviente le diese voz y vida a las palabras muertas en la página. El hundimiento de la lengua en el corazón acaso sugiera la unión de la voz con el cuerpo y el espíritu. El cuerpo y el alma se unen aquí y, en otro sentido, el poeta y el lector también se unen en un abrazo erótico, por cuanto ahora el cuerpo del lector retoma las palabras del poeta ido.

Y entonces, en algo que suena como un fragmento bíblico, “paz y sabiduría” llega al hablante satisfecho, y todo el “argumento de la tierra” se desvanece en un momento místico de unidad con Dios con  “el verbasco y la fitolaca” con todos los hombres y mujeres y con las hormigas, con los más elevados y más comunes. Ahora el hablante sabe que su cuerpo y espíritu son parte de lo que Dios es, y toda la creación desde lo más alto hasta lo más bajo, desde lo más grande hasta lo más pequeño, está vibrando con “amor”, que es la “sobrequilla de la Creación”, el eje fundacional de la embarcación en la que todos  –grande y pequeño, significante e insignificante-- estamos viajando.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

Creo en tí, alma mía; el otro que soy no debe humillarse ante ti,
Y tú no debes humillarte ante el otro.
Huelga conmigo sobre la hierba, vuelca en mis oídos los desbordamientos de tu garganta;
No he menester palabras, músicas, rimas ni conferencias, aunque sean las mejores.
Me basta el arrullo, el susurro de tu valvulada voz.
Recuerdo una mañana límpida de estío tirados juntos,
Posaste la cabeza encima de mi cadera, volviéndote dulcemente,
Y entreabriste mi camisa, hundiendo tu lengua pecho adentro hasta el corazón desnudado;
Y te alargaste desde mi barba hasta los pies.
Rápidamente se esparcieron sobre mí la paz y la sabiduría que sobrepujan todos los argumentos de la Tierra,
Y sé que la mano de Dios es la promesa de la mía,
Y sé que el espíritu de Dios es el hermano del mío,
Y que todos los hombres nacidos son también mis hermanos, y las mujeres mis hermanas y amantes,
Y que una sobrequilla de la Creación es el amor,
Y infinitas son las hojas erguidas o marchitas en los prados,
Y hormigas morenas en los cuchitriles debajo de las hojas,
Y las musgosas costras de las vallas, las amontanadas piedras, el saúco, el verbasco y la fitolaca.

Afterword

Aquí yace un secretito sucio: Eros puede ser la guía más confiable en la exploración poética, por cuanto el deseo es el combustible que enciende la imaginación lírica. Desde Sappho hasta William Blake y Patti Smith, los poetas entienden, aunque raramente lo admitan, el rol central que juega el deseo en la composición de un poema, ya sea que el objeto del afecto de uno sea el amante, Dios, la fama, la inmortalidad, la revolución o el mismo lenguaje. Los sonetos tardíos de John Donne arden tan intensamente como los poemas amorosos de su juventud “Golpea mi corazón, Dios en tres personas”.  Y ciertos himnos a lo divino compuestos por el Salmista, Hafez y San Juan de la Cruz conllevan una carga que reconoceríamos desde la profundidad secreta de nuestra experiencia. Lo que hace a la quinta sección del “Canto de mí mismo” tan audaz y tan conmovedor es la decisión de Whitman de encarar este tema directamente, activando el casamiento del cuerpo y del alma, que desde tiempos inmemoriales ha gobernado el impulso lírico –“una sobrequilla de la Creación”,  la viga clavada a la quilla del barco en el que navega el amante,  alerta a todo bajo el sol en un estado de expectativa, un espacio entre una obligación y la otra, un respiro, en el que el poeta escucha “el susurro de tu valvulada voz” que es la voz de cada lector de sus versos, vuestros y míos, hermanos y hermanas, ahora y en el futuro, saboreando sal y el resurgir de las olas, y la “paz y sabiduría que sobrepasan todos los argumentos de la Tierra”. Aquí estás.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question

La sección 5 es una de las más físicas y al mismo tiempo una de las más espirituales de todas las secciones del “Canto de mí mismo”. ¿Cómo reaccionarías frente a la insistencia de Whitman de que sólo podemos acceder al gran misterio de la creación a través del cuerpo físico?

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