Sección 13 , Song of Myself

Foreword: 

Sección 13

La atención de Whitman en esta sección se concentra ahora firmemente en un negro, no necesariamente un esclavo (como fue el caso en la Sección 10), sino el conductor de una carreta (en este caso acarreando piedras). Un trabajo duro, pesado, y este hombre macizo está totalmente a cargo, con su mirada “imponente” y sus miembros pulidos y perfectos.  El sol baña y resalta su cuerpo como el agua bañó a los cuerpos de los veintiocho muchachos de la sección 11. Whitman hace una pausa para observar a este hombre de cerca, admirar su presencia confidente, y expresarle su “amor”.  Esa expresión casual y fácil de amor entre razas produjo una conmoción entre muchos de los lectores de mediados del siglo XIX. Y el modo en que “el negro” está vestido, sorprendentemente, es un reflejo del retrato de Whitman en la portada que encabezaba la edición de 1855 de Hojas de Hierba  (el mismo retrato que se reproduce en esta página en la sección 1), con su camisa abierta en el cuello, su “mirada calma e imponente” y el sombrero encorvado hacia un lado de su frente. Esta auto-identificación del poeta con el conductor negro de la carreta es otro paso hacia la manera democrática de pensar, llegando el poeta a convertirse en alguien que acaricia todo en la vida (“no ignorando ni a una persona ni a un objeto”), absorbiendo a cada uno y a cada cosa en su Yo no-discriminante y siempre en expansión.

Para demostrar su apertura radical al mundo, la mirada del poeta se desvía del conductor a los caballos que comanda, y luego a los bueyes que acarrean su propia carga pesada. Pero no solamente los observa sino que mira al ganado a los ojos y encuentra en esos ojos algo inexpresablemente rico y complejo, “más que todas las líneas impresas que he leído en mi vida”. Observa a los pájaros levantar vuelo al sonido de sus pasos, admira las rutas de sus círculos en el aire (“designios de alas”) y luego se involucra en uno de sus muchos abordajes a lo alto y bajo de su mapa de la evolución, deshaciendo lo que la mayoría de las personas piensan como una jerarquía (los seres humanos de algún modo superiores a los animales) y convirtiéndola en una identidad igualitaria. Él sabe que él mismo contiene al pájaro y que él es en cierto nivel  uno con el pájaro y la  tortuga, todos criaturas con sus propios propósitos, sus propios viajes igualmente significativos por este mundo. Nosotros, los humanos, podemos enorgullecernos de nuestras palabras y nuestro intelecto, pero si abrimos nuestros ojos y oídos al mundo que nos rodea, nos damos cuenta rápidamente de que nosotros somos las únicas criaturas que cantan los cantos de sí mismo; la chova (Jay) nunca aprendió las escalas pero sin embargo “trina” una canción muy buena. Mira a los ojos de cada animal, aconseja Whitman, para comprender la “tontería” de creer vergonzosamente en tu propio estado como algo especial.

—EF (Traducción L. A. Ambroggio)

El negro retiene firmemente las riendas de sus cuatro caballos, y el bloque se balancea abajo en su cadena;

El negro que guía el carro largo de la cantera, seguro y alto se yergue sobre una pierna en el pescante;

Su camisa azul descubre el amplio cuello y el pecho, y se afloja sobre la faja.

Su mirada es serena y dominadora; se sacude hacia atrás el sombrero y deja al descubierto la frente;

El sol cae sobre su pelo crespo y su bigote, cae sobre la negruda bruñida de sus miembros perfectos.

Me entusiasma este pintoresco gigante y le amo, y no me detengo allí;

Me voy con su tronco de caballos también.

Me anima el acariciador de la vida dondequiera que se mueve, atrás y adelante resbalando,

Inclinando a nichos menores y marginales, ignorando ni a una persona ni a un objeto,

Absorbiéndolo todo para mi ser y este cántico.

Bueyes que hacéis sonar el yugo y la cadena, o que reposáis a la sombra de los follajes, ¿qué es lo que expresáis por vuestros ojos?

Parécenme expresar más que todas las líneas impresas que he leído en mi vida.

Mis pasos espantan a los ánades, al macho y a la hembra, durante mi largo paseo;

Levantan el vuelo juntos y, lentamente, forman círculos en el aire.

Designios con alas, los creo que son,

Reconozco el rojo, el amarillo, el blanco jugando en mi ser,

Y considero que el verde y el violeta y la empenachada cabeza son intencionales,

Y no digo que la tortuga es indigna porque no es otra cosa que tortuga;

La chova jamás ha estudiado la escala, pero trina bastante bien para mí,

Y la mirada de la yegua baya ahuyenta a mis tonterías, me da vergüenza.

Afterword: 

Desde el colectivo “nosotros” al individual “Yo”, desde una comunidad de almas semejantes hasta el solitario yo juntos en el nivel molecular con todo en el universo: éste es el viaje que Whitman emprende en la sección 13, el punto de la cuarta parte del “Canto de mí mismo”.  Se junta al equipo del hombre negro que conduce “el carro largo de la cantera” hacia la selva, en donde absorberá en sí mismo cada nicho del ambiente, bueyes y pájaros y la sombra frondosa, consciente de la limitación de la inteligencia humana. Aquí el señor y donante de vida sostenido por el Credo de Nicea abre paso al “acariciador de la vida”, y en su proclama sobre la unidad del ser, Whitman se hace eco a propósito del lenguaje reservado por los Padres de la Iglesia al Espíritu Santo (“Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados”), y al hacerlo así expande la gama de nuestros afectos. Los signos de su fe son llevados no por la paloma, símbolo del Espíritu Santo, sino por los patos y arrendajos, que afinan su canto, su Credo “Creo en esos designios con alas. Y reconozco el rojo, el amarillo, el blanco jugando en mi ser”. Los colores del arcoíris, cada raza en la tierra, plumas y flores, la tortuga y la yegua baya, todos encienden la  imaginación del poeta que confiesa su creencia en algo más grande que la Divina Trinidad propuesta por los obispos del Concilio de Nicea. Sería tonto imaginarse que nosotros sabemos más que un animal. Más tonto es incluso pensar que no estamos en el mismo equipo.

—CM (Traducción L. A. Ambroggio)

Question: 

El magnate americano de la industria de cereales y vegetariano,  Will Kellogg, preguntó una vez cómo puede alguien comer algo que tenga ojos. Su pregunta es provocativa porque hay algo místico en los ojos (“las ventanas del alma”, como han sido llamados por centenares de años).  ¿Qué experiencias de miradas a los ojos entre especies has tenido y qué puedes detectar en los ojos de los animales que sea diferente de lo que ves en los ojos de otros seres humanos?